LA
TERCERA EDAD APRENDE A LEER Y A ESCRIBIR
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La iniciativa desarrollada por el Programa Interdisciplinario de Estudios Gerontológicos de la Universidad de Chile y el Instituto de Normalización Previsional ha logrado alfabetizar a más de 1.400 adultos mayores de todo el país El Programa Interdisciplinario
de Estudios Gerontológicos de la Universidad de Chile y el Instituto
de Normalización Previsional (INP) vienen desarrollando desde hace
un par de años un taller de alfabetización para la tercera
edad, que ha entregado herramientas de lecto-escritura a más de
1.400 personas en todo Chile. La iniciativa se desarrollará nuevamente
a partir de julio del 2000 y en esta oportunidad se espera que apoye a
otros 800 individuos mayores de 60 años. Según sostiene
el director nacional del INP, Jorge Norambuena, alfabetizar a este grupo
etario no es un acto de beneficencia, sino por el contrario, un deber
impostergable del Estado. "Una de las tareas más hermosas
que he realizado durante mi vida ha sido, sin duda, participar de esta
iniciativa. Me siento orgulloso y comprometido con ella porque los testimonios
que hemos recogido, tanto de las personas que asisten a los talleres como
de quienes son monitores de los cursos, sólo nos pueden impulsar
a seguir trabajando para ampliar el programa", explicó Norambuena. Los cursos, que en
promedio no superan los 25 alumnos, son ofrecidos por funcionarios del
INP y profesores jubilados, que trabajan con los estudiantes durante cuatro
meses. Este año se calcula que habrá 30 talleres, ocho de
los cuales se desarrollarán en la Región Metropolitana.
"En el país hay un universo de 250 mil pensionados que no
saben leer ni escribir o que olvidaron cómo hacerlo, a ellos tenemos
que ayudarlos para que puedan mejorar su calidad de vida", aclaró
el director del INP. Ser analfabeto es
causa de marginación social para cualquier persona. Cuando esto
se suma a otros factores propios de la edad avanzada muchas veces estamos
frente a casos de segregación y debilidad social aguda. "Las
personas de tercera edad necesitan ser lo más independientes posibles,
ser autosuficientes a la hora de llevar a cabo sus trámites para
evitar, entre otras cosas, que los hagan lesos o que les roben su pensión",
explica la coordinadora metodológica del curso, Gloria Salas. Para desarrollar el
programa de aprendizaje hubo que considerar una serie de elementos que
no están contemplados en los cursos tradicionales de lecto-escritura
a los que asisten niños y adultos. "Comúnmente la tercera
edad no ha sido consumidora ni destinataria de la educación, ello
porque en general los ancianos no son evaluados como sujetos productivos
en los cuales se justifique invertir recursos y tiempo, ni siquiera teniendo
en cuenta todo el trabajo que le han entregado al país. Considerando
esta situación, en la Universidad de Chile diseñamos un
texto guía que se diferencia de un manual tradicional de estudio
porque entrega elementos que promueven la creatividad de los monitores",
comenta Gloria Salas. Por ello se contempló
la pérdida de visión que dificulta el trabajo de los alumnos
y que puede subsanarse -por ejemplo- con una sala bien iluminada y letra
grande en el pizarrón. El desgaste de la capacidad auditiva también
puede llevar a un individuo al aislamiento, por eso es necesario hablar
en un tono fuerte y constante. Otro de los problemas de este grupo es
la memoria. En esta etapa de la vida la memoria inmediata se atrofia y
la conmemorativa se activa. Como el curso depende de la primera, hay que
asumir el esfuerzo adicional que significa esta desventaja que, muchas
veces, puede ser corregida con ejercicios simples y entretenidos para
fortalecer la retención de información nueva. Pero los trastornos propios de la edad no son los únicos que atentan contra el desarrollo adecuado del curso. Los estados depresivos, las enfermedades psicosomáticas y los problemas familiares pueden disminuir el progreso de los alumnos. "La gente nos cuenta que cuando deben estudiar o hacer tareas le piden a sus nietos que las hagan con ellos, esto va afianzando sus relaciones y creando nuevas instancias de comunicación dentro del grupo familiar. Es realmente impactante observar las ansias de aprender de personas que superan los 80 años y que no se pierden una clase, que siempre tienen la mejor disposición para salir adelante y que ven en esta iniciativa una nueva oportunidad de ampliar su autoestima", comenta Jorge Norambuena. Analfabetismo en
Chile Las cifras de analfabetismo
en el país son difíciles de precisar porque cuando se realizan
los censos generalmente se pregunta de forma oral a los encuestados si
saben leer y escribir. Es fácil imaginar que por vergüenza
o para evitar la discriminación de sus pares, las personas respondan
que sí. Además, hay otro aspecto, por analfabeto se entiende
a quien no es capaz de leer ni escribir, sin embargo, existen los analfabetos
por desuso, es decir, aquellas personas que en algún momento de
sus vidas sí pudieron efectuar ambas labores pero que por falta
de práctica han olvidado por completo cómo hacerlo. En 1992 se concluyó
que el analfabetismo en personas mayores de 60 años ascendía
al 17,1 por ciento. Según el censo este valor triplicaba al de
la población total, que sólo llegaba al 5,4 por ciento.
La concentración de los analfabetos de tercera edad se ubica en
las zonas rurales y especialmente afecta a mujeres. "La mayor asistencia
a nuestros talleres es de género femenino. Creemos que ello se
debe principalmente a dos factores: los hombres son más reacios
a reconocer que no saben leer ni escribir y hay más mujeres que
no pudieron ir a la escuela. Hace 50 años atrás era común
que los padres decidieran que las niñitas se quedaran en la casa
ayudando en las labores del campo, sobre todo si la escuela estaba alejada
del hogar", recuerda Jorge Norambuena. A quienes desde pequeños
les enseñaron a leer y escribir puede parecerles inconcebible sobrevivir
hasta edad avanzada en una cultura que por definición es letrada.
Cuesta imaginarse las innumerables estrategias que habrán debido
desarrollar estas personas para llegar a ser productivos. Para ellos no
basta alcanzar la esquina de cualquier calle para leer un cartel y saber
dónde están ubicados, si quieren tomar una micro tienen
que preguntar a otro qué número tiene para llegar a destino,
tampoco pueden descifrar el titular de un diario expuesto en un quiosco,
firmar un cheque o votar con seguridad en las elecciones. "Cuando el curso
avanza y aprenden los rudimentos básicos para ser capaces de escribir
sus nombres, leer frases o poder desarrollar sus ideas, se sienten tan
felices que me alegro sólo de recordarlo. Me han llegado tarjetas
de navidad escritas por ellos y tengo en mi memoria grabada una serie
de experiencias que me han relatado los estudiantes de todo Chile. Por
ejemplo, recuerdo que una señora cuando terminó el curso
señaló que lo primero que haría sería escribirle
una carta a su hija, algo que nunca había podido hacer, otro señor
comentó que en una ocasión en la estación de buses
le solicitaron que escribiera su nombre en una lista de espera porque
había una demora en la llegada de las máquinas, cuando lo
llamaron por alta voz se sintió tan orgulloso y feliz, como nunca.
De eso se trata, de mantener la capacidad de asombro sin importar cuántos
años tengamos en el cuerpo", dijo Norambuena. Sin embargo, el director
del INP sabe que es imposible ilustrar a 250 mil personas en un corto
plazo. "Nosotros ya demostramos, con la ayuda de la Universidad de
Chile y otras divisiones de servicios sociales, que el sistema funciona.
Ahora debemos ampliar esta red educativa para lo cual necesitamos apoyo
financiero de grupos privados, ONG o empresarios, que puedan promover
las acciones de integración de la tercera edad que ha desarrollado
el Estado, utilizando para ello la articulación existente a lo
largo de todo el país", resaltó Norambuena. Para mayores detalles comunicarse con Cecilia Coddou, al fono: 09-336 98 89 o escribir a ccoddou@abello.dic.uchile.cl |